29 octubre 2007

Arreglando las encuestas

José Raúl González Merlo
Miembro Junta Directiva
CIEN

Algunos diputados electos están pensando cómo “arreglar” el supuesto problema de las encuestas electorales. Las opciones van desde “regularlas” hasta prohibirlas. Los ciudadanos podemos dormir tranquilos. Ni bien han tomado posesión, y un selecto grupo de diputados ya está “trabajando” en “protegernos” de las encuestas. Creo que nos van a dar pesadillas.

El “problema” (según los diputados) es que las encuestas se prestan a ser “manipuladas por grupos de poder”; que “engañan” a los electores. Asumiendo que la gente es poco menos que un borrego, su manipulación haría que la manada vote por el candidato que va adelante. Irónico ¿no? Como si los partidos políticos no fueran los padres del más descarado intento por manipular el voto con sus incumplibles ofertas electorales, sus regalitos de campaña y la insoportable publicidad…

¿Se recuerda cuando cada partido político se tomaba la tarea de publicar sus encuestas con el propósito de hacerse propaganda? También les servían para mostrarle a sus donantes lo bien que iban. Luego, ante la extraña situación de que cada encuesta elaborada por los partidos presentaba al candidato respectivo en primer lugar, comenzó una tendencia en que entidades independientes hicieran las encuestas. A esta tendencia se sumaron los medios de comunicación en un intento por proporcionar un servicio más a sus lectores.

El problema con las encuestas es que son inexactas y siempre se quedará mal con alguien. Siempre habrá un candidato que no estará de acuerdo con la posición que ocupa. En las elecciones del 2003, un grupo de candidatos (¿se acuerda de “los siete enanos”?) intentó boicotear los eventos electorales a donde se invitaba únicamente a los “punteros” en las encuestas. Al finalizar la reciente primera vuelta y conocer los resultados reales, los candidatos menos afortunados se dieron a la tarea de despotricar contra las encuestas por no haberle “pegado” al número que realmente sacaron. No hay solución perfecta como no hay encuestas perfectas.

Lo que si es una realidad es que cualquier “solución” que provenga del legislativo garantiza tres posibles resultados: que se agravará el problema, que se atente contra la libertad de expresión del pensamiento o ambas cosas. Por lo tanto, las encuestas deben seguir con la misma libertad que han gozado hasta ahora. Su credibilidad (y la de las empresas que las elaboran) debe ser juzgada únicamente por la opinión pública y no por diputados con claros intereses políticos. El pueblo tiene derecho a conocer sus resultados. En caso de duda, siempre es mejor fallar a favor de la libertad de expresión que creer que, regulándola, mejorará la situación.

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