10 agosto 2008

Consejo Nacional de Adopciones - CNA

José Raúl González Merlo
Miembro de Junta Directiva
CIEN

A seis meses de haber constituido el Consejo Nacional de Adopciones – CNA –, sus administradores “celebraron” las primeras dos adopciones bajo el nuevo régimen. Sin embargo, los niños desamparados tienen poco que celebrar. Tanto se criticó el “negocio” de las adopciones que ahora tenemos un proceso monopolizado, politizado y burocratizado en manos del Estado de Guatemala en perjuicio de miles de niños.

Antes del CNA, el proceso de adopciones permitía que cerca de cinco mil niños encontraran un hogar y un mejor futuro cada año. Con la nueva ley, a finales del pasado junio, ya llevamos un déficit de dos mil cuatrocientos noventa y ocho niños. El anterior proceso no le costaba nada al pueblo de Guatemala porque todo lo pagaba la familia adoptante. No era un proceso perfecto (¿cuál lo es?), pero funcionaba para que los desamparados tuvieran un mejor futuro. La mayoría de los adoptados iba a los EUA. ¿Se imagina cómo les cambió la vida a esos niños? A cambio de esto, los mal llamados “defensores de la niñez”, en complicidad con algunos embajadores de “países amigos”, se inventaron lo que tenemos hoy (no me ayudes compadre).

Como todo lo que cae en manos del gobierno, el CNA se convirtió en un botín político. A días de haberse constituido, el nuevo gobierno intentó remover a sus participantes para “poner su gente”. Luego los participantes se pelearon por la “presidencia” del organismo. Contrario a lo que ocurría antes, ahora, innecesariamente, se gastan diez millones de quetzales de impuestos que pagan los guatemaltecos más pobres para los “gastos de operación” del CNA (quiere decir que los primeros dos adoptados “costaron” dos millones y medio de quetzales).

Antes alegaban que los abogados “ganaban mucho”. Ahora que el “negocio” quedó en manos del CNA, la prensa reporta que cada uno de sus directores cobra treinta mil quetzales mensuales. Antes, los niños abandonados recibían atención médica y alimentos en casas cuna privadas pagadas por los padres adoptantes. Pero como los “defensores de la niñez” se encargaron de satanizar esa actividad, se acabó el “negocio” de las casas cuna y, ahora, no hay donde alojar a los niños mientras dura su proceso de adopción. Frente a este grave problema, la solución gubernamental es gastar más impuestos en una campaña de publicidad buscando voluntarios que quieran, temporalmente, hacerse cargo de los infantes.

La semana pasada encontraron abandonado el cuerpo mutilado de un bebé de cinco meses. Antes de la nueva ley de adopciones, existía el incentivo para unir las vidas de esas inocentes víctimas, con familias adoptantes. Felicidades por haber acabado con el “negocio” de las adopciones. Acabaron también con el futuro y la vida de miles de niños.

¿Otra locura tributaria?

Hugo Maul Rivas
Director Àrea Económica
CIEN

“ ¿Está o no está de acuerdo con la llamada "reforma" fiscal que propone el señor Colom Caballeros? ¿Es o no es una locura pretender un aumento de impuesto? El columnista prefiere refugiarse en un misterio cómodo.” Aceptado el punto. Excelente comentario de Don Manuel Hidalgo a mí columna de la semana pasada. Respondo directamente a las preguntas que se me plantean. Primero, no estoy de acuerdo con la reforma tributaria que propone el actual gobierno. Segundo, después de escribir el referido monólogo sobre la locura, ver su puesta en escena por el magnífico actor Julio De León y recibir algunos comentarios de quienes han presenciado la obra de teatro, me cuesta muchísimo responder a la segunda pregunta del apreciado lector.

Entiendo que parezca un “misterio cómodo” no atreverme a calificar de locura o no el aumento de impuestos. El problema con la segunda pregunta es que todo depende del tipo de discurso que uno quiera adoptar. Para quienes creen de todo corazón en la “economía del lado de la oferta”, mantener o aumentar los impuestos no tiene ningún sentido. Quienes así piensan creen que la reducción de impuestos es una de las formas más efectivas para promover el desarrollo. Para quienes creen de todo corazón que el gobierno debe tener una rol más protagónico en la redistribución de la riqueza y combate a la pobreza, reducir los impuestos o dejarlos igual no tiene sentido alguno. Quienes así piensan están convencidos que cobrando relativamente más impuestos a los ricos, y gastando prioritariamente en los más pobres, es una de las formas más efectivas para promover el desarrollo.

Ambos discursos, por más disímiles que parezcan, comparten un mismo anhelo: convertirse en pensamiento único. Una forma de pensar fuera de la cual nada es prohibido pensar. No adoptar alguna de estas formas de pensar equivale a estar loco. Eso porque a los locos “no hay que escucharlos”, ya que aunque hablen no “implica que debamos hacerles caso… siempre existe el riesgo que digan disparates, afirmaciones que no podemos comprender o que, tal vez, preferimos ignorar”. ¿Es o no una locura la reforma tributaria? La verdad no lo sé. Lo que sí sé es que mientras todas las partes involucradas no abandonemos nuestras posiciones “de verdad” será muy difícil acuerdo alguno. ¿Será la búsqueda del acuerdo una locura? A veces parece que sí…

04 agosto 2008

El puente Santa Rosa

José Raúl González Merlo
Miembro de Junta Directiva
CIEN

El puente Santa Rosa que conecta Puerto Quetzal con Puerto de San José fue destruido aproximadamente en octubre del año pasado. Frente a la indolencia e indiferencia de las autoridades, los ciudadanos han tenido que aguantar casi 10 meses hasta que la iniciativa chapina ofreció una solución parcial: un puente privado. Pequeño ejemplo que demuestra lo poco que en realidad necesitamos al gobierno y lo mucho que nos perjudica su ineficiencia.

Cuando el puente Santa Rosa quedó parcialmente destruido, el tránsito entre Puerto Quetzal y Puerto de San José comenzó a ser un martirio. Primero, los ciudadanos tuvieron que soportar largos períodos de espera mientras se habilitaba un carril y se hacían turnos para que pasaran los carros. El tránsito pesado tuvo peor suerte. Simplemente fue desviado por una ruta que parecía más bien un paraje lunar por el pésimo estado de la ruta alterna. Al paso de los meses, esta fue la única ruta para todos los vehículos debido a que el puente fue totalmente cerrado. La cosa se puso mucho peor pero existía la esperanza de una pronta reconstrucción. Pasaron los meses y no pasó nada… Llegó la temporada de lluvia y la ruta alterna parecía ahora un paraje marciano por su cada vez peor estado.

De repente se corrió la bola de que había sido habilitado un puente alterno que cobraba cinco quetzales de “peaje”. Construido de forma rudimentaria, a un costado de donde está el destruido puente (ahora en construcción), la idea fue todo un éxito. Regresaron las colas para esperar el turno y pasar pero eso era mucho mejor que tomar el desvío gubernamental y destruir la suspensión del vehículo. Una solución “privada” a un bajo costo, contribuyó significativamente a aliviar las molestias de la lentitud de las soluciones públicas.

Nuevamente, una persona con espíritu empresarial encontró la manera de resolver un gravísimo problema para la población que tenía que viajar al Puerto de San José. El puente privado debe ser un éxito financiero por el número de personas que voluntariamente pagan por usarlo diariamente. No obstante lo anterior, pronto será inaugurado el nuevo puente a un alto costo para los ciudadanos. Al valor de los materiales que sirvieron para construirlo, habrá que agregar el costo de los recursos y tiempo perdidos por el atraso de casi un año en su reconstrucción.

La lección es clara: las soluciones privadas, si se dejan, son más eficientes que las públicas. Lógico: las primeras tienen que ser rápidas para poder ser rentables. Las segundas no tienen un sentido de urgencia ni calidad; por ello es que llegan tarde, mal y a veces nunca. Mis respetos para la persona a quien se le ocurrió poner el puente privado. El dinero que gane habrá sido bien habido para beneficio de la población del Puerto de San José.