04 noviembre 2007

La mitad más uno

Hugo Maul Rivas
Director Área Económica
CIEN

Las recién pasadas elecciones presidenciales en México y Costa Rica son un ejemplo de lo que puede suceder cuando los márgenes de diferencia entre el candidato ganador y el perdedor son mínimos. Al momento de escribir esta columna las encuestas no revelaban diferencias significativas entre la intención de voto por uno u otro candidato. Quien resulte ganador muy posiblemente obtendrá una diferencia muy “pequeña” sobre su rival. En un proceso tan vasto y complejo como una elección presidencial, en donde votarán entre tres o cuatro millones personas, es casi seguro que existirá más de alguna anomalía. La mayoría de ellas de índole no sistemática, producto del margen de error que envuelve toda actividad humana. Sin embargo, dado el estrecho margen que podría dar la victoria a uno u otro, es bastante factible que el proceso electoral resulte siendo cuestionado por quien sienta que sus intereses han sido afectados.

Poco o nada se gana con actitudes como las de Andrés Manuel López Obrador en México, con guerras de impugnaciones contra el proceso electoral o con acciones violentas por parte de los seguidores de ambos partidos. Cuestionar la legitimidad de quien resulte vencedor o la limpieza de las elecciones en anda ayuda a la estabilidad política del país. Además que, probablemente, no estemos preparados para ese tipo de escenario dado el desgaste institucional que ha sufrido recientemente el TSE. Dado que no se puede descartar un escenario en donde la diferencia entre uno y otro candidato sea mínima, corresponde a los candidatos y sus partidos mostrar la madurez y responsabilidad que el caso amerita.

Los votos habrán sido contados mediante un proceso descentralizado en el que intervienen decenas de miles de personas honradas y bien intencionadas. Las impugnaciones que procedan habrán sido planteadas en su momento por los fiscales de mesa de cada partido. Una vez resueltos estos casos según el procedimiento que la ley establece habrá que aceptar el resultado. Sea el que sea. No viene al caso poner en duda la legitimidad del proceso debido a que se perdió por un margen escaso de votos. Al final de cuentas lo de la “mitad más uno” es simplemente un principio operativo, no una verdad metafísica que debamos, y podamos, descubrir.

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