15 marzo 2007

¿Quién es el informal?


Informal es aquel que no es formal. Es todo aquel que no se adapta a las características del formal: no cumple con la forma ideal que la autoridad ha determinado para el ciudadano. La legislación ha promovido la idea de un ciudadano ideal a lo largo de sus múltiples dimensiones. Este ciudadano ideal no agota la rica variedad de la diversidad humana, de allí que sea mucho más fácil describir a un formal que a un informal: hay pocas formas de ser formal; pero miles de formas de ser informal.

Un ejemplo de la multiplicidad del informal podría ser el estatus religioso de las personas durante el gobierno de Rafael Carrera. Durante ese gobierno la religión oficial del país era la Católica, de allí que todo aquel que no fuese católico no cumplía con el ideal ciudadano. Ahora bien, existen muchas formas de ser no-católico: rendir culto a los dioses mayas o rendir culto a religiones híbridas, como el caso del culto a Maximón, ser judío, ser musulmán, etcétera. Y es más, dentro de cada una de estas categorías, existen muchas formas, por ejemplo un cristiano no-católico puede ser Pentecostés, adventista, anglicano, bautista, etcétera. Así pues, sólo en el tema religioso, las posibilidades de la informalidad eran infinitas durante el gobierno de Carrera y, en general, durante aquellas épocas en que la Iglesia Católica introdujo fuertemente su doctrina dentro del actuar del Estado de Guatemala.

Otro ejemplo más actual. El día de hoy estamos arrastrando una concepción del “buen ciudadano empresario”, que se remonta a la Revolución de Octubre de 1944 y que sólo se ha complicado a partir de la Contrarrevolución y la Política de Sustitución de Importaciones. El “empresario implícito”, o sea, el empresario “del mundo real” sirvió de base simbólica a la legislación laboral en su momento, era una especie de finquero esclavista. A partir de esa idea, la legislación busca generar un “buen ciudadano empresario”, que sea dueño de una gran empresa industrial urbana, cuya única ventaja son las economías de escala, amparadas por un mercado centroamericano cautivo, y que, gracias a la protección de la competencia por parte del gobierno, contrata miles de trabajadores poco calificados para producir productos homogéneos.

Dicha construcción ideal de nuestra legislación, ante un mercado local e internacional en donde son cruciales aspectos como la diversificación de los productos, la calidad, los tiempos de entrega, la integración de nuevas tecnologías, etcétera se encuentra descontextualizado. Y como no se pueden cambiar las condiciones externas por ley, el empresario simbólico se encuentra hoy en día fuera de contexto. Por otro lado, el “empleado implícito”, o sea, el empleado “del mundo real”, que imagina la legislación laboral, como mencionamos, es principalmente un campesino iletrado con una personalidad dócil. A partir de este “empleado implícito”, la legislación busca generar el “buen ciudadano trabajador”: obrero industrial educado que realiza operaciones de cierta complejidad, pero donde la creatividad y adaptación no son cruciales. En el mundo actual este empleado simbólico también está fuera de contexto. Por tanto, a los empresarios y empleados “del mundo real” no les queda más que descubrir un contexto donde puedan donde puedan adaptarse a los retos de dicho mundo real: la informalidad. En parte, por eso abundan las empresas informales: el mundo cambió.

Al día de hoy la formalidad ha implicado mutilar a los individuos para que cumplan con la visión del “buen ciudadano”. Claro que esto no implica que haya existido una sola visión del “buen ciudadano” a lo largo de la historia guatemalteca. Puede verse más adelante en el documento cómo el ideal del “buen ciudadano indígena” implicó el sometimiento y la fuerza física hasta la Revolución de Octubre de 1944; pero después el “buen ciudadano indígena” era aquel que se dejaba aculturar y convertir en ladino; y, ahora, tras la firma de los Acuerdos de Paz, el “buen ciudadano indígena” ha empezado a reconfigurarse para discutir acercad de una visión más incluyente hacia sus deseos y aspiraciones.

Esta dicotomía formal-informal ha surgido a lo largo de la historia de Guatemala, producto de que el “ciudadano ideal” fue un traje hecho a la medida de un grupo de personas cercanas al poder, quienes luego impondrían sus versiones de “ciudadanos-menos-que-el- ideal”. Las diferencias entre aquellos con “el traje hecho a la medida” y aquellos a quienes no les quedaba el traje de “ciudadano ideal” ha provocado, y sigue provocando, procesos económicos, políticos y sociales divergentes...

Lea más: http://www.cien.org.gt/Docs/Economia/EcoInformal06/EcoInformal06.htm

1 comentario:

Carlos Mendoza dijo...

El ataque del actual Presidente del CACIF, Sergio de la Torre, en contra los informales solo puso de manifiesto la ignorancia del "sector privado organizado" respecto a este fenomeno.

Eso ocurrio en el seminario del BID sobre "inclusion social" el 16 de marzo del 2007.