04 marzo 2007

El Gato y los Radios Robados

Hugo Maul Rivas
Director Área Económica
CIEN


Todos lo conocían por “El Gato”; mi abuela lo llamaba Ernesto, era su hermano. Según ella decía, El Gato había heredado de su padre la habilidad en la talla de madera y el amor por los juegos de azar; de su madre la habilidad por los negocios. Conocido de todos, amigo de pocos, entre ellos, algunos importantes coroneles, generales y altos funcionarios, según él mismo decía. Amante del baño de vapor. Aficionado a los remates en la antigua Aduana Central, allá en el barrio de Gerona. Conocedor del carácter de los guatemaltecos. Comerciante consumado. Todo un “bisnero”; siempre alerta en busca de negocios. Vendía de todo, eso sí, sólo gangas. Casi todas sus mercancías tenían una historia detrás. No muy transparente, por cierto. Especialista en vender mercancías de “dudosa” procedencia. Al menos, eso era lo que él decía. Aunque no hizo mucho dinero, nunca le faltaron clientes. Siempre había alguien dispuesto a comprar lo que El Gato vendía.

Un día de tantos se asomó al baño de vapor contando acerca del robo de un lote de radios en la Aduana Central. Por supuesto, gracias a sus “amistades”, él había conseguido unas cuantas unidades de ese lote. Dadas las circunstancias, según explicó, debía salir pronto de la mercancía. Por eso estaba dispuesto a rematarlas a la mitad del precio de venta en el almacén. Según recuerdo, más tardó en explicar la procedencia de la mercancía que varios de los que allí estaban en comprar la misma. Los radios no alcanzaron pero prometió que iría a buscar más. Al día siguiente, por pura casualidad, mientras pasaba por enfrente de un almacén de electrodomésticos note que El Gato estaba adentro. Entré sigilosamente y lo sorprendí comprando radios. -¿Y no que eran robados?- pregunté.-No Hugo- respondió El Gato –los radios son legales - ¿Y por qué dice que son robados? insistí. –Porque si digo la verdad ya nadie tiene interés en comprarlos - respondió astutamente. –Las mercaderías de “dudosa” procedencia le gustan más a la gente- añadió, mientras salía del almacén con sus radios dizque “robados”.

Me cuesta sacar alguna conclusión de esta anécdota. A lo mejor El Gato no era lo que parecía; tal vez sólo respondía a la forma de ser de los guatemaltecos. Era otra época y a lo mejor ahora todo es diferente. A lo mejor los clientes del Gato no representan adecuadamente a la mayoría de ciudadanos honrados y respetuosos de hoy en día. Era otra época y a lo mejor ahora todo es diferente. Sin embargo, y esto cada quien lo decide viéndose a sí mismo en el espejo y viendo su alrededor, me parece que esta pequeña anécdota revela mucho más de nosotros mismos que lo que nos gusta aceptar. Quien esté libre de culpa que tire la primera piedra.

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