09 septiembre 2007

¿Y ahora qué?

Hugo Maul Rivas
Director Àrea Econòmica
CIEN

El primer acto de la comedia electoral por fin ha terminado. ¿Qué nuevos elementos traerá el segundo acto? Por si acaso, no está demás repetir a directores, guionistas y principales actores que ya estamos hartos de los golpes bajos, descalificaciones y calumnias entre candidatos; no se diga de mensajes vacíos y cancioncitas, afiches y anuncios en radio y televisión. Esperemos que el segundo acto de esta comedia sea mejor que el primero. Sobre todo, que todos los que participan en esta comedia tengan la madurez para no convertir este acto final en una tragedia.

De esa cuenta, quien(es) haya(n) resultado vencedor(es) no puede(n) suponer que los resultados de ayer les otorgan el apoyo de la mayoría de la población. Cualquier candidato que resulte ganador no habrá recibido, en esta primera ocasión, ni siquiera el apoyo de un tercio de todos los electores. Quien quiera que sea nuestro próximo gobernante deberá gobernar no sólo para sus electores sino para más de dos tercios de votantes que no lo escogieron ayer como la mejor opción. Un segundo asunto que deben tener claro todos los contendientes es que no todos pueden ganar. Con más de una docena de binomios presidenciales es imposible, por razones aritméticas, que todos obtengan elevados porcentajes de la votación. Simplemente no se puede, el total de votas no puede sumar más del 100%. Siendo este el caso, los partidos que no resulten ganadores le harían un favor al proceso democrático aceptando humildemente la derrota.

La gobernabilidad postelectoral demanda la aceptación democrática de los resultados por parte de todos; impugnaciones a diestra y siniestra o acusaciones de fraude por doquier en nada ayudan a la tranquilidad social y a la construcción de un mejor clima político. El editorial de El Universal de México unos días después de la elección del año pasado en el vecino país es válido hoy para Guatemala. Se supone que “son profesionales de la política acostumbrados a ganar y perder, y sus acciones deberán estar basadas en su compromiso con el país… [la] pugna permanente alimenta una sensación de zozobra que estorba la vida normal de la nación. Los demócratas trabajan por la democracia y por el triunfo de la mayoría, no por la imposición de dogmas personales”.

A todos nos convienes un final feliz, mejor aún si la comedia se transforma en una epopeya, “conjunto de hechos gloriosos”. Ya que esto último parece imposible, hagamos el esfuerzo por que la comedia no termine en tragedia.

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