11 enero 2007

Meditaciones en torno al IDH-2005 Guatemala

Lisardo Bolaños Fletes
Investigador Asociado
CIEN

El 31 de mayo de 2006 se llevó a cabo la presentación del documento “ Diversidad Étnico-Cultural: La Ciudadanía en un Estado Plural ” del Índice Nacional de Desarrollo por Karen Slowing, Héctor Morales, Edelberto Torres y Gustavo Arriola del PNUD. En dicho evento también se contó con la participación de un panel de expertos conformado por el licenciado Richard Aitkenhead, Comisionado Presidencial para el Seguimiento del Plan de Nación; el licenciado Fernando Rubio de USAID; y Lisardo Bolaños, el autor del siguiente artículo, que presentó ese día.


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Mi intervención quiero enfocarla en las conclusiones políticas a las cuales llega el Informe de Desarrollo Humano 2005.

El IDH 2005 se fundamenta en la dicotomía “indígena y no-indígena” como principal fuerza argumentativa que, de antemano, determina su recomendación: es necesario promover las “identidades étnicas”, los “etnociudadanos”, para lograr un proyecto político que pueda generar la inclusión y el desarrollo añorado por lo guatemaltecos.

Según el IDH, parece que el modelo de “nación política”, aquella que habla de igualdad ante la ley y de derechos mínimos inalienables fracasó rotundamente en Guatemala. Este ha sido el Estado que desde 1871 a la fecha, sólo ha generado exclusión.

Por eso, promueven la idea de la nación cultural, que se fundamenta en características culturales homogéneas. Por ejemplo, los Mames podrían conformar una nación cultural; o según algunos, los Mayas podrían conformar una nación cultural. El vicio en el que se cae, según mi lectura del Informe, es el doble discurso. Se quiere promover la nación cultural, la identidad étnica, pero en el fondo, ni el propio PNUD cree en la misma. Y es que resulta difícil pensar que PNUD crea en la ideal del etnociudadano y la nación cultural, porque PNUD es un hijo de la Modernidad, como las mismas Naciones Unidas.

De lo contrario, el mismo Índice de Desarrollo Humano no tendría sentido, ya que los conceptos de alfabetización, esperanza de vida y PIB per cápita no tienen cabida en la cosmovisión indígena, como determinantes de la calidad de vida. Claro, la única forma de solucionar esto, es decir que los indígenas coinciden a cabalidad con todos los postulados del PNUD en torno al desarrollo humano. Pero entonces, si esto es verdad, los indígenas guatemaltecos son más modernistas y occidentales de lo que hemos creído. Y con más razón aún, merece la pena pensar en un modelo de nación política, con todo lo de igualdad y derechos.

A pesar de lo anterior, el diagnóstico que realiza el PNUD sobre la exclusión indígena coincide mucho con el que realizó el CIEN en torno a los informales: los empresarios, los trabajadores y sus familias. Es más, debo señalar que originalmente dicho proyecto estaba orientado explícitamente a profundizar en las características de la exclusión del informal indígena. Pero conforme nos internamos en las múltiples facetas de Guatemala, nuestra investigación experimentó una crisis.

Ahora bien, nuestra crisis nos terminó llevando por derroteros muy distintos a los de PNUD. Nos vimos en la necesidad de adoptar una postura aún mucho más abierta a la diferencia que existe entre los guatemaltecos. Pasar del ladino, como “ciudadano modelo para el Estado de Guatemala”, a la dicotomía ciudadana “indígena-ladino”, tiene, a nuestros ojos, el mismo problema: ignora las diferencias y por lo tanto, es excluyente.

¿Quiénes serán los “ladinos ideales” o los “mayas ideales” que servirán de modelo para imponer las políticas públicas? ¿Y qué ocurrirá con aquellos que no se les parezca?

Hay que tener cuidado con dichos “ladinos ideales” y esos “mayas ideales”. A mí, uno de los ejemplos que más me gusta, es el que rescata Mario Roberto Morales en su tesis doctoral. Él contrapone la visión del indígena que tiene Demetrio Cojtí y la que tiene Estuardo Zapeta.

Por un lado, Demetrio Cojtí expresa:

“En Guatemala, los principios del liberalismo (libre competencia, igualdad de oportunidades, igualdad ante la ley, etc.) son válidos solamente para el Ladino. No se aplican al Maya y éste no debe utilizarlos.”

Por su parte, Estuardo Zapeta dice:

“De hecho, (los indígenas) somos liberales, quienes creemos en la Democracia Liberal, quienes aceptamos sin tanto problema que el proceso intercultural es posible. Son los izquierdistas trasnochados, con su absurdo centralismo, su ineficiente estatismo, y su inhumana homogeneización cultural, quienes se oponen a abrir espacios en donde puedan ampliarse y enriquecerse las oportunidades para el proceso intercultural.”

¿Quién tiene la razón?
¿Quién dice la verdad?
¿Es posible que exista la verdad en torno a dicho tema?

En el fondo, el problema es que el modelo de explicación “indígena-ladino” ignora los procesos de alienación, de resistencia y de negociación que han quebrado, desde hace mucho tiempo, la dicotomía que la política y las ciencias sociales habían identificado en Guatemala.

Quien lo dude, que salga del edificio, o vaya al Mercado de la Terminal, a Tecpán, a Chichicastenango, o a los Cuchumatanes y contraste sus “ladinos” e “indígenas” que tiene en la mente, con los guatemaltecos del día a día. Pero no sólo los miren, hablen con ellos, cuestiónenlos, compréndanlos. A partir de ese momento, se darán cuenta cómo la realidad se niega a categorías tan estrechas como “indígena-ladino”. La hibridación de las culturas ladinas, indígenas y extranjeras, han ido generando múltiples culturas, múltiples identidades.

Así pues, en lugar de promover la “nación cultural” o el “etnociudadano”, decidimos enfocar la política a partir de la informalidad.

Creemos que esto nos permite algo sumamente importante. En lugar de centrarnos en marcar las diferencias, estamos interesados en los procesos de interculturalidad que se dan día con día. Aunque no lo crean, muchísimos de estos informales viven una cultura de confianza, algo tan necesario de rescatar hoy en día. Rigoberta Menchú diría que viven la “cultura chapina”.

En los mercados, en las ventas callejeras, en la orilla de la carretera o frente a nuestra propia casa, los comerciantes informales se interrelacionan con personas que tienen distintas culturas e identidades. Aunque todos manejan culturas e identidades distintas, cuando se encuentran en el mercado asumen un conjunto de reglas comunes para poder interactuar, de forma pacífica, respetuosa y beneficiosa.

Esto no significa borrar las diferencias culturales o de identidad, sino vivir un grupo adicional de normas, unas que permitan la interacción social. Esto lo vemos claramente en los mercados cantonales, pero también en los parques, en las vecindades, en las ferias, en las chamusca los días sábado.

Ahora esto reconfigura totalmente la solución ante el mismo escenario de exclusión de grandes grupos de la población a las instituciones políticas y económicas del Estado de Guatemala.

Para nosotros, las reformas deben orientarse a:

  • Primero, reconocer, conocer y respetar la existencia la pluralidad guatemalteca, pero también los procesos culturales que se han generado y que facilitan que los guatemaltecos respeten un conjunto de normas que permiten la convivencia pacífica. Además de la falta de comunidad política y de contar con un Estado eficiente, representativo y legítimo, afrontamos el problema de un Estado que está totalmente desconectado de la realidad. Cree que todos somos inversionistas extranjeros; o que somos latifundistas explotadores; o sindicalistas indefensos, etc. Para hacer leyes, primero se tiene que conocer la prácticas reales de la gente. Lo importante es facilitar la generación de expectativas sobre el comportamiento de la gente y no adaptarnos a la legislación europea o norteamericana.
  • Segundo, el Estado debe complementar las instituciones necesarias para que dicha cultura de convivencia pacífica prospere. El sistema de justicia es la pieza esencial que debemos reformar, si realmente queremos generar confianza entre los guatemaltecos. Lo que salió publicado recientemente, respecto al sistema de justicia que mantienen 48 cantones indígenas de Totonicapán es tan sólo uno de los mecanismos que debe adoptar el Organismo Judicial. Eso también sucede, pero en el ámbito mercantil, en los mercados, pero sigue siendo ignorado.

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