20 agosto 2007

Sobre el estado de la República

Javier Calderón
Colaborador

A pesar de no ser un seguidor de Manuel Ayau, debo reconocer que algo de lo que dijo en una entrevista que le hiciera El Periódico me llamó mucho la atención:

Mientras el sistema sea el mismo, no podemos esperar nada distinto. (...) Locura es seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes”.

Lo cierto es que el actual proceso electoral se diferencia en poco a los anteriores. Los votantes siguen creyendo que votar por un presidente es más importante que votar por un diputado; la elección de los candidatos a lo interno de los partidos políticos sigue siendo una cuestión de dinero y lealtad personal y no una elección popular que genere un vínculo o contrato social entre los candidatos y sus seguidores; después del 9/11, igual que en Estados Unidos, las torres de ofrecimientos de los candidatos probablemente se van a convertir en polvo, excepto para aquellos que les pagaron el espacio. El próximo año el ciudadano común, totalmente desinteresado por la cosa pública, pilar de cualquier gobierno republicano y democrático, va a seguir esperando que algún día llegue un presidente tan bondadoso, cual Rey Ricardo Corazón de León, que lo saque de sus problemas y sino, por lo menos lo puede criticar. Como si solo criticar a las autoridades públicas lo expiara de su propia falta de participación y desinterés en aquellas cosas que le afectan directamente.

En la medida en que el sistema político por medio del cual elegimos y controlamos a nuestras autoridades públicas siga siendo el mismo, la exclusión de la mayoría de guatemaltecos seguirá siendo la misma; la arbitrariedad de las autoridades públicas, sujetas a los intereses de los que pagaron el espacio seguirá siendo la misma; la constante conflictividad entre grupos y sectores sociales y el Estado seguirá siendo la misma; la debilidad del Estado seguirá siendo la misma.

Y es que pareciera que los guatemaltecos no nos damos cuenta de la importancia de la política, del Estado y de tomar parte en la toma de decisiones públicas. Es el ámbito político el que genera los marcos y condiciones políticas y legales necesarias para la paz social y el desarrollo económico de cualquier sociedad y de cualquier Estado moderno; o que genera todo lo contrario, un marco político y legal directamente causante de la tensión social y el subdesarrollo económico.

Las civilizaciones más importantes de nuestra historia –Grecia, Roma y Estados Unidos- y que han alcanzado periodos prolongados de paz y desarrollo se han caracterizado por su respeto a la Libertad; pero esta Libertad fue garantizada por un Estado fuerte, capaz de brindar seguridad y justicia necesarias para la paz social y el desarrollo económico, pero también representativo y “balanceado”, en donde el mayor número de ciudadanos y la mayor riqueza de algunos de ellos estaban representadas y contrapesadas para evitar los excesos y las arbitrariedades de cada uno en el manejo de la cosa pública, la res pública.

Después de 21 años de existencia el sistema político guatemalteco sigue siendo corrupto, incapaz de brindar seguridad y justicia efectiva a toda la población, excluyente de los pobres, campesinos e indígenas y arbitrario en el manejo de la cosa pública –seguridad, justicia, economía, salud, etc.--. ¿Como podemos esperar que los avances económicos y la paz social se mantengan en un sistema que permite la arbitrariedad de las autoridades de turno y la corrupción de la base ejecutiva del Estado-la burocracia-?

Si bien parece que el próximo Gobierno y Legislatura no serán tan malos como son los de Venezuela o Ecuador, tampoco creo que el sistema político actual permita cambios radicales para mejorar al país de una forma vertiginosa. Más bien se avizora, de seguir el desinterés general de la mayoría de guatemaltecos por la política, la continuación de una inercia social que nos hace esperar “a ver que pasa” y no una dinámica social que nos lleve a un cambio sustantivo que nos acerque más al camino de la felicidad –paz y desarrollo-.

No hay comentarios.: