27 abril 2008

Resultados de cien días

José Raúl González Merlo
Miembro de Junta Directiva
CIEN

Cien días de gobierno no son suficientes para poder mostrar resultados significativos. Especialmente con un gabinete armado hasta el último día. Es obvio que el Presidente Colom, también recurrió a promesas de campaña que, ya en el gobierno, no podría cumplir. Alfonso Portillo ya nos había advertido que los candidatos presidenciales son “vendedores de sueños”.

No obstante lo anterior el gobierno sí le cumplió a Joviel Acevedo en su deseo de destruir el Programa Nacional de Autogesión Educativa – PRONADE. Con ello, la dirigencia sindical magisterial controla todos los aspectos de la educación estatal eliminando la voz y voto de los padres de familia. A ello hay que agregar la firma del pacto colectivo con el Ministerio de Educación. Acevedo y compañía no sólo presumen de hacerse de hasta treinta y cinco millones de quetzales en “honorarios legales”; ahora tienen todas las prebendas y privilegios que siempre han deseado. Vaya “logro”: haber entregado el futuro educativo de miles de niños a semejantes personajes.

Otro logro fue haber suspendido los trabajos del aeropuerto La Aurora. Repentinamente, la Contraloría General de Cuentas se metió “a fondo” en uno de los megaproyectos del gobierno anterior. Hasta el momento, lo más grave que han descubierto es que, parece ser, no entienden los contratos ya que éstos están en inglés… A ese paso, el resultado de la vasta investigación únicamente se traducirá en retrasos de la obra y costos adicionales.

Otro logro fue haber suspendido los cobros de los patronatos en los hospitales estatales. Así el Gobierno nos garantizó que los servicios de salud serían “gratuitos”. Lo que no ha explicado todavía es cómo se van a proveer esos servicios que se encuentran suspendidos por falta de fondos. Es cierto que los patronatos cobraban un monto simbólico por sus servicios. Pero, por lo menos, existía el servicio.

No obstante haber tenido el período de transición más largo que ha experimentado cualquier nuevo gobierno, el Presidente se quejó de sorpresivas deudas heredadas y de una policía nacional civil desarticulada. Lo primero es grave porque pondrá en problemas las metas de déficit fiscal para este año. Lo segundo es difícil de creer; especialmente cuando el actual Ministro de Gobernación fue el Viceministro del Gobierno anterior. ¿Acaso él no sabía del supuesto estado de la PNC?

Luego de cien días de experiencia, el gobierno debería tener una gestión más efectiva. Ojala que esa efectividad también demuestre mayor sentido común y honradez en los próximos mil tres ciento sesenta días que nos hacen falta.

Hugo Maul Rivas
Director Área Económica
CIEN

“El Plan de los Cien Días no es una lista de supermercado, sino fue hecho para iniciar procesos”. Alvaro Colom, Presidente de la República. Concedido, es imposible cambiar la tendencia de cualquier fenómeno o social o económico en sólo cien días. Tal vez el problema fue que se prometió, o los electores entendieron, que tal cosa era posible. Pero tal y como el tiempo lo ha mostrado, tal cosa no es posible. En ese sentido, bien vale la pena recordar la promesa electoral de crear 700 mil nuevos empleos durante este período de gobierno y evaluar cómo todo lo que se ha hecho, o se ha dejado de hacer, contribuyen para alcanzar este objetivo. Teniendo claro que ningún cambio por si sólo va a ser capaz de generar esa cantidad de empleos, es importante comprender que dada la baja tasa de capitalización existente, que se traduce en una baja demanda por trabajadores formales, lo más importante parece ser la creación de un ambiente de negocios que permita aumentar las tasas de inversión por trabajador. Si sólo se apuesta por la inversión física, los niveles de educación y capacitación de los trabajadores limitarían seriamente el tipo de empleo y remuneración que los trabajadores podrían obtener. Si sólo se apuesta por el mejoramiento de la educación y de las capacidades laborales, los bajos niveles de capitalización existente limitarían seriamente la capacidad de crear nuevos empleos.

La transformación de la economía guatemalteca, y su inserción en los mercados globales, ya no permite pensar que la ventaja competitiva de Guatemala radique en “la mano de obra barata”, sino en la capacidad de reaccionar a los tiempos de entrega, requerimientos de calidad, adaptación a las necesidades específicas de los clientes, etc. Y donde, por lo mismo, se requiere mano de obra calificada, altamente productiva y bien remunerada, así como empresas con procesos productivos altamente flexibles y con capacidad de innovar. Crear 700 mil nuevos empleos se dice fácil, en la práctica es una meta muy difícil de alcanzar. Una meta que requiere de coherencia y consistencia entre distintas políticas públicas; una meta que no puede alcanzarse únicamente con decisiones legislativas o con acciones desde el Ejecutivo. Si bien no se esperaba que esta promesa se cumpliera en cien días, sí se esperaban acciones concretas y contundentes que dieran inicio al proceso de la creación de estas nuevas plazas de trabajo. Sin embargo, parece que tal promesa ha quedado relegada a un segundo plano o que no se sabe cómo iniciar dicho proceso.

21 abril 2008

Es tiempo de populismo

José Raúl González Merlo
Miembro de Junta Directiva
CIEN

El Presidente Colom ha anunciado que una de las medidas para enfrentar el “alto costo de la vida” consistirá en “consensuar” lo que él llama “precios de solidaridad” con determinados productores. A falta de mayores explicaciones, suena a un control de precios, “sin querer queriendo”, como diría Chespirito.

De la misma manera que el termómetro no es el responsable por la fiebre; los precios altos no son más que un indicador de la oferta y demanda del bien en cuestión. ¿Qué pensaría de la calidad de su médico si, para combatir la “calentura”, le receta comprar un termómetro que no marque más de treinta y siete grados? Así nos receta ahora el gobierno una política de precios “acordados”. De seguirla, repetiremos los mismos errores históricos de los setentas y ochentas. Sin ir muy lejos, hoy podemos ver en Venezuela, por ejemplo, que los supermercados se encuentran desabastecidos de los productos que sufren controles estatales de precios. Ante la abrumadora evidencia de lo equivocado de esas medidas, ¿por qué se insiste en implementarlas?

Por pura presión política para demostrar que “se está haciendo algo”. Fijar oficialmente los precios crea, en los consumidores, un artificial sentido de alivio frente a la inflación. Los precios dejan de subir gracias a la “solidaria” intervención del gobierno quien, al mismo tiempo, se prepara a sancionar severamente a aquellos productores que no respeten los precios establecidos. Sin embargo, este estímulo a la demanda no tiene una contraparte en la oferta. Los productores marginales, aquellos que dependen del precio adecuado para poder sobrevivir comenzarán a salir del mercado. La oferta de bienes inevitablemente se contrae y el resultado es escasez. Es decir, no sólo no se soluciona el problema original sino que la situación se vuelve peor…

Ante el dilema de la inflación, el Presiente Colom intenta, con esta medida, protegerse políticamente en perjuicio de los ciudadanos. La gran ventaja que tiene el gobierno es que la población no logrará establecer la relación de causa (control de precios) con su efecto (desabastecimiento). Entre los ciudadanos menos informados, prevalecerá la percepción de que “algo se hizo” y posiblemente seguirán otras medidas políticas para prevenir el “acaparamiento” y la “especulación”.

Mala suerte para la UNE que, de entrada, le esté tocando lidiar con el problema de alzas en los precios internacionales de las materias primas. Más mala suerte para los guatemaltecos que nos haya tocado un gobierno que se cree capaz de solucionar un problema económico con medidas populistas…

20 abril 2008

Reciprocidad Tributaria

Hugo Maul Rivas
Director Área Económica
CIEN

La respuesta ya se conoce. No se puede; es muy difícil. Para eso está el Congreso. Pero dado que la negativa está más que garantizada, nada cuesta soñar con un mecanismo que dé más información al contribuyente respecto de cómo se usan sus impuestos. Sobre todo, a aquellos contribuyentes que no tienen ni el tiempo ni la preparación técnica para seguir de manera detallada la ejecución presupuestaria. Aunque nada impide a un contribuyente participar más directamente en este proceso de vigilancia, nada costaría darle más información a cada uno de ellos. Por lo menos, a todos aquellos que cuentan con un número de NIT y mantienen una relación constante con la SAT. Así como el gobierno exige a cada contribuyente que declare detalladamente todos sus ingresos y gastos con cierta periodicidad, podría exigirse algo parecido al Ministerio de Finanzas. Con cierta periodicidad dicho ministerio podría informar a cada contribuyente, de manera individualizada, cómo se utilizaron los impuestos que pago. Un reporte en donde se explique, rubro por rubro, el destino que tuvieron los impuestos pagados por el contribuyente, así como los resultados logrados con dicho gasto.

Aunque sea válido argumentar que esto es lo que se hace cuando se informa al Congreso acerca de la ejecución presupuestaria, y que no tendría sentido mandar el mismo tipo de información a cada contribuyente, no puede negarse que tal práctica ayudaría a crear una mayor conciencia ciudadana acerca de la importancia de vigilar la ejecución presupuestaria. Una cosa es enterarse por medio de las noticias que más de la mitad de los impuestos se destinan a pagar gastos corrientes, otra darse cuenta que el dinero que una vez estuvo en la bolsa de uno tiene ese particular destino. Incluso, podría hacerse que coincidiera la obligación de pagar los impuestos con la obligación del gobierno de explicar qué hizo con los impuestos que ha recibido. Y aunque el arreglo institucional existente delegue la función de control en el Congreso, hay que reconocer que el sistema no es perfecto y que un mayor nivel de conciencia y participación por parte de los contribuyentes no caería mal. Además, el hecho de que el gobierno esté obligado a informar acerca del destino que dio a los impuestos que recibió de cada quien tiene un alto valor simbólico en la construcción de una cultura tributaria más responsable. Por supuesto, en donde la responsabilidad es de todos, no sólo de quienes pagan impuestos.

14 abril 2008

Patronatos y salud

José Raúl González Merlo
Miembro de Junta Directiva
CIEN

La prohibición para que los patronatos de hospitales estatales cobren por sus servicios ha devuelto el supuesto espíritu “solidario” y ‘” gratuito” a los servicios de salud estatales. Sin embargo, una medida tan miope ha dejado a dichos patronatos sin una fuente de financiamiento para sus servicios y, por lo tanto, sin la posibilidad de prestarlos. Políticamente, la medida se ve bien. La realidad es que se han paseado en los guatemaltecos que necesitan desesperadamente de esos servicios.

Siendo la salud algo tan importante para nuestra calidad de vida, cualquiera creería que el Gobierno de Guatemala estaría abierto a recibir ayuda de los ciudadanos que comparten esa preocupación. Así nacen los patronatos de los hospitales públicos: como una iniciativa publico-privada (verdaderamente solidaria), sin fines de lucro y voluntaria, para ayudar al desastre de la salud pública. Con tantas necesidades, los patronatos vinieron a tomar un papel importantísimo en los servicios de salud. Su gran pecado es que cobraban ya que sus operaciones eran, tan sólo, parcialmente financiadas por el presupuesto estatal. La diferencia debería ser obtenida de otras fuentes. Las donaciones privadas no eran suficientes. De ahí que se hacía necesario cobrar. Ello debió escandalizar a algún asesor del Presidente Colom quien, equivocadamente, aceptó el consejo y prohibió dichos cobros.

Pues así será. La orden ya fue recibida y los patronatos se preparan para despedir a los trabajadores cuyo salario se financiaba con esos cobros. Personal de limpieza, enfermería y otro personal médico ya no podrá seguir laborando. Servicios de tomografía, rayos X y alimentación, por ejemplo, también serán suspendidos. Los patronatos continuarán funcionando únicamente con la porción de fondos que el gobierno les traslada. ¡Felicitaciones! De un plumazo se ha conseguido el ideal socialdemócrata: servicios gratuitos de salud… La pregunta es ¿cuáles servicios?

El gobierno podrá presumir políticamente que, en su administración, no se cobró por los servicios públicos de salud. Lo anterior será de poco consuelo para los pacientes que tendrán que pagar (con su salud) por el servicio más caro que existe: aquel que nunca se provee y nunca se recibe… Uno esperaría que, teniendo un médico como vicepresidente, este no sería el caso. Obviamente no es así. Estas medidas implementadas a rajatablas y con una miope visión política, serán de gran perjuicio para los ciudadanos. Nadie pretendía que los patronatos funcionaran a la perfección. Pero por lo menos funcionaban en beneficio de la población.

13 abril 2008

¿Medidas o Expectativas?

Hugo Maul Rivas
Director Área Económica
CIEN

Nadie pone en duda que la situación económica es particularmente difícil. Si bien la tasa de inflación se resiste a caer, el crecimiento económico se ve cada día más comprometido y la creación de empleo no reporta grandes cambios, tampoco puede decirse que estemos ante una crisis severa. Al menos, no más severa que la situación que prevalecía hace unos tres o cuatro meses. De hecho, la situación actual no es mucho muy diferente a la que prevalecía a finales del año pasado. La diferencia principal entre lo que sucede hoy y lo que sucedía hace cuatro meses, en buena parte, es producto de las elevadas expectativas que se generaron durante la pasada campaña electoral. Expectativas que hoy son muy difíciles de validar para el gobierno de turno. Faltando dos o tres meses en el poder, y sabiendo que su candidato presidencial estaba fuera de la contienda electoral, eran pocos los incentivos del gobierno de Berger hacer grandes promesas respecto al mejoramiento de la situación económica de corto plazo. El partido que hoy gobierna, en campaña en ese entonces, tenía los incentivos para hacer todo lo contrario.

Más que un deterioro real de las condiciones económicas en los últimos noventa días, el problema que hoy se vive parece ser el de un tempranero desencanto con las promesas hechas en campaña. Un problema de expectativas no cumplidas. Si no se hubiera prometido nada, o se hubieran prometido menos, seguramente hoy el escenario sería otro. Sin embargo, dadas las acrecentadas promesas electorales parece ser que no queda más que recurrir al típico discurso que pretende vender “remedios mágicos” a los electores. Prometer que a través de gruesas intervenciones económicas como los precios topes, subsidios, impuestos selectivos, incrementos salariales por decreto, etćetera, se resolverá todo. Cuando se sabe bien que con este tipo de intervenciones el remedio sale peor que la enfermedad. Este tipo de instrumentos han probado ser inefectivos para solucionar problemas como los que hoy vive el país. Al punto que si la única salida fuera el uso de los mismos, sería mejor lidiar con el desencanto y frustración de los electores que con las distorsiones económicas que estos generan. Por supuesto, los políticos resienten de inmediato el desencanto del electorado, no así los efectos negativos de tales distorsiones económicas. Esas las resiente el pueblo. No es de extrañar porque los políticos prefieran “soluciones mágicas” a afrontar los problemas técnica y responsablemente.

07 abril 2008

¿Al rescate del costo de vida?

José Raúl González Merlo
Miembro de Junta Directiva
CIEN

El Ejecutivo y el Congreso están bajo una fuerte presión por “hacer algo” para que el precio de los combustibles y otras materias primas dejen de subir. Incapaces de explicarle a la población que, la verdad, es que no pueden hacer nada, se perfila una ola de medidas populistas que, siempre, agravan el problema original.


El gobierno no puede hacer nada porque no tiene influencia sobre la oferta y la demanda de dichos bienes. Por tanto, cualquier cosa que ofrezcan es “darnos atol con el dedo”. Los únicos que podemos “hacer algo” somos los consumidores. Por ejemplo, debemos economizar y racionalizar el uso de fuentes de energía. Apagar luces, usar focos más eficientes, tomar turnos y darnos “jalón” entre compañeros de trabajo. Somos nosotros quienes tenemos la sartén por el mango para que esta etapa nos resulte menos onerosa.


Hay una iniciativa de ley para bajar los impuestos a los combustibles y trasladar el ahorro al consumidor. Ese “paliativo”, como las mismas autoridades lo han calificado, es eso y nada más. La pregunta del millón es ¿de qué otra manera nos cobrarán los impuestos que dejen de recaudar? Lo que no se va en lágrimas, se va en suspiros – dice el refrán – y poco nos durará el “paliativo”. Por otra parte, una medida de esa naturaleza le estaría enviando la señal equivocada a los consumidores. A menos que la medida sea permanente, cosa que ya sabemos que no es así, los consumidores estarían siendo incentivados a dejar de economizar al tener una gasolina más barata. Y si no demandamos menos, el precio seguirá alto.


La propuesta de Hugo Chávez para ingresar a lo que él llama Petrocaribe es otra idea acariciada, particularmente, por sus aliados ideológicos. Al entrar a Petrocaribe tendríamos crédito para pagar el petróleo venezolano a muy largo plazo a tasas de interés bajas. Lo malo es que no nos van a vender el combustible menos caro… ¿entonces? Entonces, que dicha iniciativa no sirve de nada porque no necesitamos crédito barato sino combustible barato. Menos necesitamos endeudarnos aún más... y peor con Chávez.


Otras acciones son mucho más equivocadas y nefastas. Intentar controlar el precio del pan ante los incrementos en el precio de la harina es la receta perfecta para provocar desabastecimiento y escasez. Por todo esto, no debemos creer que el gobierno puede “hacer algo”. Ni puede ni debe. Si no es parte de la solución, por lo menos, tampoco debe ser parte del problema. Economicemos y racionalicemos el uso de los recursos mientras dure esta alza de precios. Si bien es cierto no soluciona el problema, al menos tampoco lo agrava.

06 abril 2008

¿Maestros mal pagados?

Hugo Maul Rivas
Director Área Económica
CIEN

Las remuneraciones docentes es uno de esos problemas en los cuales es difícil llegar a una respuesta definitiva. Por un lado, la percepción generalizada parece indicar que los maestros están mal pagados. Pero, por el otro, la evidencia estadística muestra que no están, en promedio, sub-pagados. Afirmar simple y llanamente que los maestros están mal pagados, sin contrastar tal afirmación no dice mayor cosa. ¿Mal pagados? ¿Respecto de qué? ¿Del ingreso per cápita del país? ¿De lo que podrían ganar en otras ocupaciones? ¿De lo que ganan otros trabajadores con características similares? ¿Del costo de la canasta básica?

El salario promedio de los maestros de primaria del sector público es, por ejemplo, varias veces más grande que el ingreso per cápita del guatemalteco. Si se compara el ingreso de un maestro contra el del resto de la población, resulta que el maestro está mucho mejor pagado que cualquier otro trabajador. Si se compara este indicador con lo que sucede en otros países, el maestro guatemalteco se encuentra, relativamente hablando, mejor que muchos maestros de países desarrollados. Si se compara el salario de los maestros contra la remuneración que obtiene un trabajador con características similares, el maestro del sector público gana, en promedio, más de lo que podría obtener en el mercado dadas sus características laborales. Es decir que, si se toma en cuenta los años de educación, la experiencia y las características socio-demográficas de los maestros, el salario que ganan es mayor al que gana un trabajador con similares características en el mercado laboral. Si se compara lo que gana el maestro contra lo que ganan otras profesiones, el salario de los maestros es menor a lo que algunas profesiones universitarias. Sin embargo, hay que recordar que no se necesita pasar por la universidad para ser maestro además de que el tiempo de trabajo efectivo tampoco es directamente comparable. Los períodos de vacaciones que gozan los maestros y la duración restringida de las jornadas de estudio dificultan la comparación contra otro tipo de profesiones.

¿Están los maestros mal pagados? Dada la evidencia existente no es posible concluir que lo estén; no al menos en términos relativos. Por supuesto, otra es la historia cuando se compara el salario contra la canasta básica. Pero también otra es la historia cuando se le compara contra el aprendizaje efectivo de los niños. En todo caso, lo que está fuera de toda duda es que no hay salario que compense la “insalubridad moral” en la que trabajan muchos maestros. Lo cual refleja la importancia de no reducir la problemática de la remuneración docente a un asunto únicamente relacionado con el nivel de los salarios