12 febrero 2007

Guerra contra los Informales

Hugo Maul Rivas
Director del Área Económica
CIEN

El funcionario a cargo de la operación indicó que este es un paso más “por convertir [nos] en un país legal” y destacó que a pesar de los esfuerzos emprendidos por el organismo que dirige, “luchamos contra un enemigo al que no le conocemos la cara, pues las mafias que dirigen este negocio… son muy poderosas”. Asimismo “pidió un mayor esfuerzo y voluntad política al Estado… [para] tener más impacto… contra este delito…”. Dicho así, pareciera que se trata de algo relacionado con la seguridad nacional. ¿Quién podría dudar de la necesidad e convertirnos en un país legal? ¿De la necesidad de combatir a un enemigo al que no le conocemos el rostro? Cualquier acción se justifica en nombre de la ley, como por ejemplo que “un total de 450 mil discos compactos, 280 mil películas en formato DVD y VCD; 95 mil video juegos; 1 millón 200 mil unidades de papelería; 50 mil carátulas… fueran destruidos”.

Es fácil este tipo de lectura cuando no se depende de un trabajo informal para llevar el sustento diario a casa. Cuando no se tiene necesidad de cuestionar la legitimidad de la ley para poder sobrevivir. Sin embargo, cuando se juzga lo sucedido con los vendedores informales desde otro punto de vista, tomando en cuenta la evolución reciente del problema y sus raíces institucionales, la lectura cambia. Más que un “paso por convertirnos en un país legal” es un paso por “dar la apariencia de ser un país legal”. Más que luchar “contra un enemigo al que no le conocemos la cara” es una guerra contra “personas trabajadoras a las que queremos ignorar”. No sólo habría que decir que “las mafias que dirigen este negocio son muy poderosas”, sino aceptar también que esa es la razón por la cual resulta más fácil “perseguir al eslabón más débil de la cadena”. Solicitar “un mayor esfuerzo y voluntad política al Estado… [para] tener más impacto… contra este delito” debería entenderse como “perseguir, lastimar, golpear y expoliar a trabajadores honrados”.

A pesar de las coincidencias con el caso guatemalteco, las partes entrecomilladas del primer párrafo se refieren a la posición oficial del Superintendente del Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria de Venezuela (SENIAT). Institución que la semana pasada, al igual que nuestro gobierno, le declaró la guerra a la “piratería”. Queriendo negar con sus acciones que la verdadera “revolución” consiste en generar más y mejores empleos, no en transformar a personas trabajadoras en delincuentes.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Los costos de ser formal en Guatemala son muy altos. Es necesario tener una carrera en auditoria y en derecho para poder estar al día con todos los requisitos, licencias, permisos, favores y mordidas que se necesitan. La unica forma de estimular el cambio es bajar los costos de transformación a la economía formal incrementando los beneficios de pertenecer a este sector. Como hacerlo es tarea complicada, pero es indiscutible que persguir a los informales es ilógico, ya que somos todos los guatemaltecos. No imitemos las políticas exteriores tratemos de atacar la raiz del problema. Esto me recuerda a un amigo que ha tenido diez novias y ninguna le parece. ¿No será que las novias no son el problema si no él?

Anónimo dijo...

Los costos de ser formal en Guatemala son muy altos. Es necesario tener una carrera en auditoria y en derecho para poder estar al día con todos los requisitos, licencias, permisos, favores y mordidas que se necesitan. La unica forma de estimular el cambio es bajar los costos de transformación a la economía formal incrementando los beneficios de pertenecer a este sector. Como hacerlo es tarea complicada, pero es indiscutible que persguir a los informales es ilógico, ya que somos todos los guatemaltecos. No imitemos las políticas exteriores tratemos de atacar la raiz del problema. Esto me recuerda a un amigo que ha tenido diez novias y ninguna le parece. ¿No será que las novias no son el problema si no él?