26 noviembre 2006

Crecimiento Congelado

Hugo Maul Rivas
Director Área Económica
CIEN

“El dilema era recuperar un clima que permitiera reforzar el crecimiento económico y el mejoramiento de los niveles de vida, o sumirnos en una continua disputa acerca de la forma de repartir los frutos de una economía congelada”. Así describía un conocido economista estadounidense la situación económica de su país a principio de los ochenta. Descripción que se ajusta bastante bien a lo que sucede en Guatemala desde hace varias décadas atrás. Está probado que “sumirnos en una continua disputa acerca de la forma de repartir los frutos de una economía congelada” no nos lleva a ningún lado. Ese tipo de disputa es algo parecido a lo que sucede con los cangrejos dentro de la olla con agua hirviendo. Situación que, en lugar de motivar la cooperación entre los cangrejos para evitar la muerte segura, los sume en una continua disputa sobre quién saldrá primero. En el caso del crecimiento económico, la eterna disputa por los pedazos de un pastel que se hace cada vez más pequeño nos impide ver que fuera de la “olla” hay pastel que alcanza para todos. Las tasas de crecimiento que ha experimentado Guatemala durante los últimos 25 años han sido insuficientes para lograr un aumento sostenido en el nivel de vida de los guatemaltecos. El principal reto de la economía guatemalteca es el mismo que el de hace 25 años: el crecimiento económico.

El reto del crecimiento económico no es tan fácil de superar cuando el conjunto de condiciones iniciales no son propicias para el desarrollo. Alcanzar la situación de largo plazo, la etapa de crecimiento sostenido, implica un preciso diagnóstico de las condiciones iniciales, un vigoroso proceso de reforma, el diseño e implementación de políticas económicas congruentes con la estrategia del crecimiento y un claro compromiso con la visión de largo plazo, para permitir que las medidas implementadas den fruto en el mediano plazo. Sin embargo, en palabras del economista mencionado al principio, “generalmente las políticas tienen efectos de más largo plazo, y en su fase inicial suelen reflejar los aspectos negativos que han prevalecido en la economía durante el período previo a su aplicación”. De esa cuenta, quizá el compromiso con la visión de largo plazo sea el componente más importante de toda estrategia de crecimiento. Si no se reconoce su importancia, se corre el riesgo que todas las acciones tendientes a situar a la economía en una senda de crecimiento sostenido, tarde o temprano, se reviertan. Y que, como casi siempre pasa, terminemos sumidos en una eterna disputa “acerca de cómo repartir los frutos de una economía congelada”.

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