27 diciembre 2006

Fantasía Monetaria Navideña

Mario Cuevas
Directr del Área Financiera
CIEN

Sin tamales, con pocos regalos e inmerso en la preocupación, los hogares guatemaltecos recibieron este año a un Santa escuálido, que llegó en un trineo medio sucio empujado por una docena de renos muertos de hambre. Nadie tuvo dinero en efectivo este año, así que ya no alcanzó para los tamales y el pobre Santa no tuvo ni para darle de comer a sus renos en el camino. Aparentemente, todo fue un problema de comunicación.

Santa explicó que hace algunos meses recibió en el Polo Norte una carta firmada por la Junta Monetaria de Guatemala, en la que unos muchachos le pedían que como regalo de Navidad les trajera un contingente nuevo de billetes de Quetzal de distintas denominaciones. Santa jamás había recibido una solicitud de ese tipo, por lo que consultó a sus gnomos asesores sobre tan extraña petición. Su asesor jurídico le índico que el monopolio de emisión de los billetitos lo tiene el Banco de Guatemala, por lo que no sería correcto que desde el Polo Norte le hicieran el trabajo a las autoridades del mencionado país.

Nunca antes Santa se había visto obligado a responder a una carta, negando la petición. Respondió Santa a los muchachos de la Junta que la idea es que el Polo Norte premie a los niños que se portan bien y cumplen con todas sus obligaciones durante el año. Claramente, la idea no es que el Polo Norte venga a hacer el trabajo que corresponde exclusivamente a las autoridades guatemaltecas.

Apoyado por la Unidad de Inteligencia Económica del Polo Norte, Santa clarividente los instó a corregir la situación pues las consecuencias de la falta de acción podrían ser tristes para la Navidad guatemalteca. Aparentemente, la misiva de Santa se llenó de polvo en la secretaría de la Junta Monetaria, porque nadie la leyó y si la leyeron tal vez no la entendieron. Como resultado de esto, la Navidad llegó a Guatemala en medio de una sequía monetaria sin precedentes en la historia reciente del país.

Los muchachos de la Junta aducen que la economía guatemalteca ha crecido muy aceleradamente y por eso se necesitó mucho más dinero que el que tenían disponible en las enormes bóvedas del Banco de Guatemala. Asumiendo que es cierto que la economía despegó en el último trimestre a la velocidad del rayo a pesar de los cataclismos bancarios y financieros que se presentaron, cualquier gnomo estudioso de la historia monetaria de los países cristianos también sabe que la demanda de dinero (incluyendo la demanda de efectivo) crece durante la época navideña.

Partiendo que la prudencia es un principio aplicable al manejo de la oferta monetaria, especialmente cuando un banco central tiene un monopolio legal en la emisión del signo monetario nacional, lo lógico hubiese sido que las autoridades contaran con suficiente papel moneda para hacer frente a las contingencias planteadas por la (presunta) estratosférica aceleración de la demanda.

Después de todo, ha sido el mismo banco central el que viene diciendo desde hace meses que la economía está creciendo muy aceleradamente, aunque por mucho que lo digan algunos de nosotros todavía optamos por aderezar esa aseveración con una libra de sal. Bueno, aderezado sólo con media libra porque esta última vez no alcanzó el efectivo para la libra completa, ya que la señora de la tienda de la esquina no acepta cheques ni tarjeta.

La Unidad de Inteligencia Económica del Polo Norte, sin embargo, asegura que el inusitado incremento en la demanda de efectivo se debe precisamente a la intranquilidad de la población sobre la estabilidad financiera del país, no tanto a fenómenos estacionales que ya todos conocemos. Los gnomos económicos aseguran que la Superintendencia de Bancos se inspiró en el modelo japonés y aplicó al pie de la letra una política kamikaze con el Banco del Café, culminando en un honorífico harakiri de su menguada credibilidad. La población no ve con buenos ojos que sus ahorros estén protegidos por una linda pero insuficiente “supervisión bonsai”.

Además, como la SAT todavía no logra cobrar un impuesto específico a las bolas y rumores que caracterizan a nuestra querida patria, la máquina se puso a funcionar gratuitamente y con efecto multiplicador, poniendo a prueba de fuego la solidez de algunas entidades financieras.

Los gnomos de la Unidad de Inteligencia Económica recomendaron a las autoridades que prepararan una estrategia de “liquidez relámpago” para atender los requerimientos del público—alimentados por la máquina de rumores. La estrategia incorporaría un plan logístico de carácter cuasi-militar, de manera que las reservas existentes de liquidez se moverían a los puntos donde se necesitan por medios especialmente ágiles, aplacando así la impresión de que algo anduviese mal con uno u otro banco.

En lugar de implementar una estrategia de “liquidez relámpago”, los muchachos de la Junta le respondieron a los gnomos de la Unidad que era culpa de ellos que no hubiese liquidez en el país. Según los muchachos, la culpa de la falta de liquidez la tiene el Polo Norte por no mandar a tiempo los billetes que ellos tan responsable y prudentemente habían mandado pedir. En efecto, las autoridades le regalaron al guatemalteco un “corralito fantasma” con todo y el manual básico del trueque.

Lo más triste de la situación es que la sequía monetaria le deja a las autoridades poco o ningún capital moral para andar luego molestando a los bancos que tengan su nivel de encaje por debajo de los requerimientos normativos. ¿De qué sirve que los bancos estén encajados si a la hora de rajar ocote son los gnomos de Santa los que tienen que aportar el papel moneda?

Queda también en duda la posibilidad de que Guatemala adopte las versiones más avanzadas del Nuevo Acuerdo de Capital de Basilea (Basilea II) en el futuro previsible, si la banca central aún no logra dominar conceptos básicos de gestión de riesgo financiero para su programación monetaria, mucho menos para aplicar y exigir dichos conceptos al resto de la banca nacional. Es claro que cuando las entidades financieras del país despierten a la necesidad de modernizar y fortalecer sus sistemas de gestión de riesgos financieros, antes acudirían a Santa y sus gnomos que a las autoridades nacionales para que los asesoren en la materia.

15 diciembre 2006

¿Herejías Laborales?

Hugo Maul Rivas
Director Área Económica
CIEN

El tema laboral, al igual que el tema tributario, es uno de esos en donde está prohibido contradecir a la “doctrina oficial”, so pena de ser declarado hereje y enemigo de la humanidad. Afortunadamente, los “intérpretes oficiales”, y sus patrocinadores internacionales, parecen todavía no tener el poder para acallar a quienes se atreven a criticar sus doctrinas. Por eso me parece tan importante transcribir parte del debate que se suscitó en torno a mi columna de la semana pasada. En la versión electrónica de elPeriódico, algunos defendieron oficiosamente la doctrina reinante y algunos otros, reaccionaron con cautela y sano escepticismo. Ese es el caso de Don José Antonio Morales, estimado lector a quien no he conozco personalmente, quien, a mi juicio, puso el “dedo en la llaga”.

Ante la pregunta de José Antonio de si “¿acaso no ha sido benéfica la lucha constante la que han librado los trabajadores desde la Revolución Industrial, para lograr mejores condiciones de vida? ¿Acaso no ha sido positivo el giro laboral que se dio a partir de la Gloriosa Revolución de Octubre de 1944? ¿O es que preferimos esa situación de esclavitud de la colonia?”, no me queda más que decir que, efectivamente como él entendió, nadie está criticando dichos procesos. Lo que se critica es que, “los mismos NO ESTAN DISPONIBLES para gran parte de la población… y que, si insistimos en lograr una legislación laboral con mayores beneficios, serán cada vez MENOS los trabajadores guatemaltecos que los podrán gozar”. Ahora bien, “¿tiene sentido esa preocupación? ¿Podemos seguir incrementando la legislación laboral a favor de los trabajadores (formales, según Maul), y generar empleo a ese 60% de la Población Económicamente Activa que no es trabajadora? Y OJO, porque hice cálculos y resulta que ese 60% son como 3 millones de personas”. Mi respuesta es no, aunque eso ponga en duda la doctrina oficial.

Coincido con José Antonio en que “esa es una pregunta difícil. Probablemente, sea la pregunta más difícil que debamos respondernos los guatemaltecos, si realmente queremos que nuestro proyecto político sea viable”. Lamentablemente, según parece, ni los intérpretes oficiales, ni sus patrocinadores transnacionales, están interesados en discutir esa pregunta. Ellos, aparentemente movidos por buenas intenciones, sólo piensan en proteger a los trabajadores y no en que el proyecto político sea viable. O, a lo mejor, tal vez tienen un interés oculto en que el proyecto no sea viable. Por eso la importancia de cuestionar las “medias verdades”, como los “interpretes oficiales” acostumbran a llamar a los argumentos que les disgustan, detrás de la legislación laboral.


13 diciembre 2006

Empresarios indígenas criminales

Lisardo Bolaños Fletes
Investigador Asociado
CIEN

El racismo y la discriminación son categorías de interpretación que resultan importantes para el medio académico y político guatemalteco. Incluso el CIEN, a partir de la palabra “exclusión” ha buscado interpretar una serie de fenómenos que podrían catalogarse como “racismo de Estado” o políticas públicas que explícita e implícitamente establecen reglas desiguales y que, por tanto, se convierten en obstáculo para el desarrollo económico, social y político de los grupos que afrontan esta desventaja jurídica.

El problema de los análisis usuales sobre racismo y discriminación es que muchas veces no son integrales, no se llega a las últimas consecuencias del análisis. Por lo mismo, podemos ver en el espectro político guatemalteco gente que lucha en contra del racismo de la sociedad y el Estado guatemalteco, pero que en sus discursos, puede incluso terminar apoyando políticas públicas que son, de forma velada pero de consecuencias claras, racistas.

Un ejemplo de dichas políticas públicas es el salario mínimo.

Ya sé, muchos lectores en este momento creerán que estoy desvirtuando la importancia del racismo y que es un “intento neoliberal por evadir el tema”. No es así. Déjenme explicar mi argumento.

Hace algún tiempo recuerdo oír a Álvaro Pop subrayar que existe una coincidencia asombrosa entre los mapas de pobreza y los mapas donde existe una mayor densidad de población indígena. Esto no es de extrañar, debido a que el Estado de Guatemala lleva más de 130 años perjudicando a esta población, aprovechándose de su poder coercitivo para expoliarlos.

Ahora bien, la pobreza y las diferencias culturales no son un obstáculo para que surja la empresarialidad. Todo lo contrario, son fuente de empresarios tenaces, con visiones e interpretaciones del mundo distintas, novedosas, capaces de cambiar el curso de los mercados. Sin embargo, a pesar de toda esa creatividad y determinación, hay un problema.

Hay un problema con los empresarios indígenas pobres. Un problema grave, un problema terrible. SON CRIMINALES.

¿Por qué son criminales? ¿Acaso no velan por su familia? ¿Acaso no respetan las costumbres de sus comunidades? ¿Acaso no cumplen con los contratos orales y escritos en los que se involucran? ¿Acaso no son buenos empresarios? Sí velan por su familia. Sí respetan las costumbres de sus comunidades. Sí cumplen con sus contratos y las reglas de los mercados donde venden. Sí son excelentes empresarios.

¿Por qué son criminales?

Porque el Estado de Guatemala dice que son criminales.

Debido a que en los lugares de elevada pobreza la gente no tiene un elevado número de herramientas, es decir capital, su productividad es baja. Debido a que dicha productividad es baja, no pueden pagar elevados salarios. Esto hace que no logren pagar el salario mínimo a sus trabajadores. Aunque tuvieran el corazón más grande del mundo, el negocio simplemente “no saldría”.

Bueno, pues he aquí una norma racista, que discrimina a los empresarios pobres indígenas frente a los empresarios ladinos de clase media y alta.

Debido a la baja productividad de estos trabajadores pobres indígenas, son muy pocas las empresas “del gran capital” que se instalarán en estos lugares. Por lo tanto, la generación de empleo en esas zonas depende de pequeñas empresas de “escasa inversión en capital”. Sin embargo, es la misma ley la que estaría prohibiendo la generación de estos empleos, condenando a las comunidades indígenas en pobreza a mantenerse así: pobres.