22 mayo 2008

Seguridad es Empleo

Lisardo Bolaños Fletes
Investigador Asociado
CIEN


Menciono, de forma modificada, uno de los slogans de la campaña electoral pasada porque creo que es importante mantener la atención en las políticas de seguridad que están implementando nuestras autoridades. Centrados en la coyuntura del incremento de precios, pareciera que otros temas se nos escapan de la atención, como si pudiéramos fácilmente postergarlos.

Hoy más que nunca, con los problemas de los precios crecientes que afectan la economía familiar, es que debemos de mantener nuestra atención en los problemas de seguridad del país, pues son uno de los costos más importantes que las familias, de manera directa o indirecta, están absorbiendo. Por un lado, están las familias que pagan directamente el costo, a través de “impuestos de guerra”, extorsiones, robos, secuestros, heridas y muertes. Por otro lado, están las familias que pagan el costo de la violencia de forma indirecta a través de menores ingresos producto de la violencia, debido a que realizan menos negocios que antes o de los que podrían hacer en condiciones más favorables.

Respecto a este último problema, el pagar el costo de la violencia con menores ingresos, es importante que reconozcamos que los principales afectados son las familias de clase media. Este grupo social suele ser muy empresarial, generador importante de ingresos, pero suele carecer de mecanismos adecuados para afrontar la violencia: recursos financieros suficientes para contratar servicios de seguridad o una adecuada organización comunitaria para afrontar, entre todos, la inseguridad que viven día tras día.

Quiero mencionarles un ejemplo. Hace dos semanas, la señora que me cortó el pelo me contó que llevaba 2 años de trabajar en ese lugar, el cual le gustaba mucho. Sin embargo, al preguntarle más sobre su vida laboral, me contó que ella antes de trabajar allí era empresaria. Durante muchos años tuvo un pequeño salón en su casa, para atender a muchas de las personas que vivían en su colonia y sus alrededores. Ser empresaria le traía muchas ventajas: ganaba mucho más; era dueña de su tiempo; y, además, trabajando en casa podía cuidar a sus hijos.

Sin embargo, la violencia empezó a llegar a su colonia. Las maras empezaron a extorsionar negocios a pocas cuadras de su negocio, pidiéndoles no menos de Q.5,000 al mes. Siendo negocios pequeños y medianos, este tipo de pago resultaba imposible para muchos, pero se veían en la necesidad de hacerlo, ante el miedo de sufrir daños. Ella, antes que llegaran las extorsiones a su negocio, que era a la vez su hogar, prefirió cerrarlo. Por eso, desde hace dos años trabaja como empleada: ganando menos, con un horario fijo y trabajando lejos de sus hijos, los cuales ahora viven en una colonia cada vez más peligrosa.

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