25 abril 2007

Producción informal de playeras

El siguiente caso se refiere a un maquilador de ropa en Quetzaltenango. La maquila se encuentra en un área residencial y posee unos 15 empleados. Su principal mercado para aprovisionarse de materia prima y para vender sus productos es San Francisco el Alto.

Grados de informalidad

Este maquilador cuenta con cierto grado de formalidad. Cuenta con patente de comercio, papeles del auto y del alquiler de la casa donde se realiza la producción de ropa. Además, solicita facturas a sus proveedores, porque de esta manera puede transportar su mercancía (como materia prima o como bienes terminados), sin que la policía lo detenga. En ausencia de dichas facturas, la policía lo detendría y confiscaría la mercancía. Pero esta mercancía nunca llegaría a la jefatura, sino que sería re-vendida posteriormente por los mismos policías. Lo mismo sucedería si no tuviera facturas para amparar sus ventas.

Informalidad laboral[1]

Esta maquila, según explico Don Sergio, su dueño, empezó cumpliendo con sus responsabilidades laborales de acuerdo a lo establecido en la legislación laboral guatemalteca. No en balde Don Sergio terminó el bachillerato. Sin embargo, en la medida que fue aumentando el salario mínimo en los últimos años, resultó imposible mantener la relación laboral formal. Se generó una reducción en la productividad de los trabajadores lo cual generó un mayor costo por unidad; además, se incrementó la inasistencia de sus trabajadores y las salidas tempranas del trabajo. Esto le generó pérdidas continuamente.

Lo cual obligo al empresario a reunirse con sus trabajadores para explicarles la situación; les mostró las facturas de la materia prima y les explicó cómo los costos de producción, incluyendo el préstamo para la máquinas y el pago de mano de obra, le habían estado generado pérdidas. Al principio se mostraron escépticos, no creían posible que el empresario estuviera teniendo pérdidas en su negocio. “Ustedes, los empresarios, nunca pierden”, le dijo uno de sus empleados. Cuando revisaron las cuentas e hicieron los números, se percataron que no estaba mintiendo y que, de no negociar, todos iban a quedar desempleados. Les explicó que procedería de la siguiente forma:

  • Despediría a quien no quisiera seguir con las nuevas reglas del juego y pagaría todas las obligaciones de ley.
  • Contrataría aquellos que estuvieran interesados en volver bajo cualquiera de las siguientes reglas:
    1. Ganar salario mínimo y todas las prestaciones de la ley, pero garantizando una producción mínima y optando por una comisión por productividad adicional, mucho más pequeña de la que anteriormente gozaban.
    2. Trabajar sin goce de salario mínimo ni prestaciones. Sin embargo, ganarían una comisión por unidad mucha más alta que las del régimen anterior.

Muchos no se convencieron de la propuesta y prefirieron no continuar en la relación laboral. Otros se decidieron por la opción B. La opción A no los terminó por convencer, ya que se percataron que con su habilidad les era posible superar y mejorar la opción del salario mínimo, incluso tomando en cuenta todas las prestaciones involucradas.

El empresario presentó a su mejor empleado al equipo de investigaciones del CIEN. Era una madre soltera de 5 hijos y de aproximadamente 35 años. Había trabajado anteriormente como empleada doméstica en la Capital; sin embargo, se le presentó la oportunidad de trabajar en una de las grandes maquilas para la exportación y aceptó, porque le convenía por darle un mayor salario y porque traía beneficios adicionales, como el horario y su autoconcepción como trabajadora de una empresa y no de un hogar. Trabajó en varias maquilas de la Ciudad y posteriormente, por varias razones, llegó a Quetzaltenango, donde eventualmente empezó a trabajar en la maquila que estamos analizando.

Según comentó, el sistema de incentivos actuales le resultaba más provechoso, ya que era capaz de obtener muchos más ingresos que los que obtendría en una maquila exportadora que funciona con salario mínimo. De hecho, suele tener ingresos mensuales alrededor del los de Q.4,000- Q5,000.00. Esto se debe, no sólo al sistema de incentivos, sino también a su deseo de otorgarle un mayor bienestar a sus hijos. De allí que muchas veces ella haya llegado a cerrar las puertas de la maquila, pues se queda trabajando horas adicionales. Además, también se une a trabajar con otros compañeros algunos fines de semana, cuando existen grandes pedidos.[2]

Don Sergio nos comentaba que ha promovido el ejemplo de esta trabajadora entre sus demás empleados. Ya que muchos de los otros trabajadores, siendo más jóvenes y sin responsabilidades mayores, no suelen contar con un gran deseo de superarse, conformándose con Q.1,000.00 o Q.2,000.00, cuando podrían hacer mucho más. Según comentó, uno de los principales problemas que sufre es que esta maquila los trabajadores aprender a realizar todas las operaciones productivas necesarias para realizar una prenda, para poder rotarse entre sí en caso de ausencia de alguno de ellos. Esta capacitación que reciben los hace muy atractivos para otras maquilas, lo que hace que la rotación del personal sea relativamente alta.



[1] Este caso será comentado en la sección del impacto económico del salario mínimo en un capítulo posterior. Esta maquila con un régimen laboral informal es la que se menciona que logra un mayor nivel de laboriosidad en la manufactura de las playeras que el de maquilas formales dedicadas a la exportación. También se le menciona por tener empleados con una mayor ética de trabajo, que en parte es producto de un sistema de incentivos donde no existe salario mínimo.

[2] Esto contrasta con la experiencia de maquilas en donde los trabajadores sólo laboraban de lunes a jueves, ya que habían cumplido con su cuota mínima para ganar el salario mínimo.

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