11 junio 2007

Se busca otro político

José Raúl González Merlo
Miembro Junta Directiva
CIEN

¿Quién quiere ser político? ¿Usted? ¿Dejaría su profesión, su carrera, su empresa para convertirse en candidato o funcionario público? ¿Por qué? ¿Para qué? En mi opinión, hay tres respuestas: un idealismo romántico para “servir a su país”; el ansia de poder y la oportunidad para “pasar de zope a gavilán” utilizando el poder para enriquecerse.

Por ello es que, a pesar de los esfuerzos de algunos presidentes, la política rara vez atrae a los mejores profesionales. No suele ser el lugar para hacer una carrera legítimamente exitosa. Por otra parte, es un lugar en donde fácilmente se cae en el enriquecimiento ilícito. Proyectos como PACUR, las denuncias del FOGUAVI y tantos otros, son ejemplos de que el presupuesto de gastos de la nación es una tentación demasiado grande.

Es difícil ganar prestigio en política. Alguna vez se ha preguntado: ¿de qué viven los políticos? ¿De qué viven los candidatos presidenciales? Algunos dicen que el partido les paga todos sus gastos. Otros quizás vivan de sus ahorros. Quien sabe. Lo cierto es que, al llegar al poder; ya sea al Congreso o al Ejecutivo, su situación económica, con contadas excepciones, mejora a niveles incompatibles con la compensación nominal de sus cargos.

Ciertamente que “el sacrificio” de participar en política tiene sus recompensas; todo depende del nivel de escrúpulos de la persona. Lamentablemente, hemos creado un sistema con incentivos tan perversos que, en general, el idealismo cede su espacio a las ansias de poder y al enriquecimiento ilegítimo.

No creo que la cosa sea distinta en otros países del mundo; desarrollados o no. Lo que sí hace una gran diferencia es la calidad de las instituciones creadas para velar que los políticos no abusen tanto desde sus posiciones. En los EUA, por ejemplo, Nixon tuvo que renunciar y diversos diputados y funcionarios han sido procesados por actos de corrupción. En nuestros países esa no suele ser la norma.

En todo caso, el problema de la calidad de participación política se resuelve con una mayor participación política de personas que, entre otras cosas, lleguen a fortalecer las instituciones que deben controlar sus abusos: el Ministerio Público, la Contraloría General de Cuentas, los tribunales de justicia. Sin embargo, evidentemente ha habido muy poco interés y por ello seguimos como estamos. Peor aún, no se ve factible que esto cambie en las próximas elecciones. Solamente nos queda procurar que el resto de ciudadanos tengan claro el problema y comenzar a ser parte de la solución.

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